domingo, 21 de junio de 2009

Cada cual con su quimera....

Bajo un ancho cielo gris, en una ancha llanura polvorienta,
sin caminos, sin hierba, sin un cardo, sin una ortiga,
me encontre con varios hombres que andaban encorvados.

Cada uno de ellos llevaba sobre los hombros una enorme Quimera
tan pesada como un saco de harina o de carbón, o como la
fornitura de un soldado romano.

Pero la monstruosa bestia, no era un peso inerte;
al contrario, envolvia y oprimia al hombre con sus musculos
elasticos y poderosos;
se aferraba con sus dos enormes garras al pecho de su montura
y su cabeza fabulosa encimaba la frente del hombre,
como uno de esos cascos horribles con que los antiguos guerreros,
calculaban aumentar el terror del enemigo.

Me dirigi a uno de aquellos hombres,
y le pregunte adonde iban de ese modo,
Me respondio que no tenian ni idea, ni la tenian los demas;
pero que evidentemente iban a alguna parte,
ya que se sentian empujados por una invencible
necesidad de andar.

Un dato curioso: ninguno de aquellos viajeros parecia irritado contra la bestia feroz suspendida sobre su cuello y pegada a su espalda;
se hubiera dicho que cada cual la consideraba como algo que formaba parte de sí mismo.
Ninguno de aquellos rostros fatigados
y serios testimoniaba la menor desesperacion.
Bajo la cupula esplenetica del cielo, con los pies hundidos en el polvo de una tierra tan desolada
como el cielo, andaban con la fisonomia resignada de los que estan condenados a esperar
por siempre.

Y el cortejo paso por mi lado y se sumio en la atmosfera del horizonte,
alli donde la superficie redondeada del planeta se sustrae a la curiosidad de la mirada humana.

Y durante algunos instantes, me obstine en tratar de comprender el misterio; pero no tardo
en abatirse sobre mi la irresistible indiferencia; y esto me abrumo mas de lo que a ellos,
Abrumaban sus aplastantes quimeras.

Porque en medio de este universal gozar, he descubierto seres afligidos.

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